De WordPerfect a la Mac
De WordPerfect a la Mac: historia de una ayuda no pedida
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1. Primeras teclas
Desde que, hace unos 33 años, asistí a una clase de MS-DOS y aprendí los comandos CLS y DIR, las computadoras me llamaron la atención. También recuerdo que, hacia 1977, un familiar tenía una máquina de escribir Olivetti. Fue allí donde comencé a teclear mis primeras palabras. Pero mi tía me dijo que no debía tocarla, y esa advertencia bastó para alejarme de las máquinas de escribir durante más de dos décadas.
Ya adulto, alrededor de mis 30 o 31 años, me compré mi primera máquina de escribir de segunda mano. Me la vendió una de mis patronas durante una venta de garaje en el edificio donde trabajo desde hace 27 años. Imprimí un manual de mecanografía en un CyberCafé, lo estudié con disciplina, y en un mes ya tecleaba sin mirar las teclas, utilizando los diez dedos.
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2. El trabajo sin paga y la máquina que no fue
A los 23 años trabajé en la oficina de mi primo, ayudándole con la captura de datos contables. Nunca me pagó un sueldo, solo me daba los seis pesos del pasaje diario. Durante más de dos años, trabajé para él sin ver nunca una ganancia real. Tenía una máquina de escribir, y le pedí que me la prestara para poder practicar mecanografía por mi cuenta. No quiso. Irónicamente, de haber aprendido antes, él mismo se habría beneficiado de mi velocidad para redactar contratos en WordPerfect 5.1.
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3. Los años de Windows sin internet
Alrededor del año 2000, tuve mi primera computadora con Windows 98, una Pentium 1. Pasaba horas, días, semanas enteras frente a ella. No tenía internet —un lujo que no podíamos darnos— así que descargaba software en el CyberCafé, lo grababan en CD o DVD y así lo usaba.
Después, llegó una Pentium 4 con Windows XP, que originalmente era de mi esposa. Me dejaba usarla unos minutos, pero con el tiempo, como que se hizo de la vista gorda y yo la usaba más y más. Cuando quedó obsoleta, mi esposa finalmente accedió a vendérmela en mil pesos. Fue mía al fin, aunque ya no servía para conectarse a internet.
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4. Un teléfono, muchas historias
Con el tiempo, el teléfono Android se volvió mi centro de operaciones. Escribo mi diario en Color Note desde 2017, mantengo mis blogs, leo libros con Moon+ Reader, escucho podcasts y comento. Así nació también una amistad virtual muy cercana con Converso72, un español que conocí a través de su blog y redes sociales. Durante unos cinco años nos escribimos a diario por Telegram, Twitter o correo electrónico.
Él sabía de mi gusto por la informática, por la investigación, por el software. Y un día, sin que yo lo pidiera, decidió hacer algo por mí.
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5. La ayuda inesperada
Converso72 hizo un “Directo” por YouTube, habló de mí y de mi situación: que trabajaba limpiando un edificio, que no tenía computadora, que todo lo hacía desde un teléfono Android. Les pidió a sus seguidores que lo ayudaran a ayudarme.
Así, unas 40 personas aportaron algo por PayPal. Converso72 reunió una suma (cuyo monto nunca supe) con la que pensaba comprarme una computadora.
Me preguntó si las compras por internet funcionaban en México. Le respondí que sí, que muchas personas del edificio donde trabajo reciben paquetes sin problema (yo mismo los recibo para ellos). Pensé que esa sería la ruta: una laptop con Windows, tal vez con Windows 10, enviada a mi nombre.
Pero entonces… todo cambió.
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6. Un Mac y un balde de agua fría
Un amigo de Converso72, José Luis Carrillo, vive en Iowa, Estados Unidos. También seguía los videos de Converso72 y se ofreció a ayudar. Converso72 le transfirió el dinero reunido, y Carrillo eligió comprarme un equipo que, según él, me sería útil.
Compró un MacBook Pro M1 de segunda mano, que había sido de una fotógrafa. Sin consultarme. Sin preguntarme qué necesitaba, qué conocía, o qué deseaba. Para mí fue una gran decepción: jamás he sido usuario de Apple, y mi experiencia siempre ha sido con Windows.
Para colmo, me dijo que pensaba visitar México en septiembre de 2022 y que me la entregaría en persona. Durante semanas pensé en pedirle que no viniera. Pero vino.
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7. Lo virtual no es real
El 23 de septiembre de 2022 me entregó la MacBook. Lo primero que hice fue buscar cómo instalar Windows. Me enteré de que en las Mac con chip M1 no se puede hacer mediante Bootcamp. Intenté con VirtualBox, con VMWare… nada. Solo UTM me permitió virtualizar Windows XP, 7, 10 y hasta 11. Pero una máquina virtual no es un Windows real. No se comporta igual, no es confiable, y todo depende del entorno macOS.
El teclado físico, además, es en inglés. No tiene la tecla “ñ”, y aunque se puede cambiar el idioma en el sistema, el hardware no se adapta. Es molesto, incómodo. Especialmente cuando uso antiguos procesadores de texto como WordPerfect 5.1, donde las combinaciones de teclas no funcionan como deberían.
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8. Apple, el lujo que no pedí
Usar una Mac implica aceptar su ecosistema. Muchas aplicaciones que en Windows usaba gratis, aquí hay que pagar por ellas. Algunas ni siquiera se compran: se alquilan por suscripción. Y las voces de lectura de texto de macOS son malas, casi robóticas. Tuve que pagar por aplicaciones con mejores voces, y luego por las voces en sí.
Y luego, al dejar de pagar alguna cuota, Apple me impidió actualizar las apps. Incluso aquellas por las que ya había pagado. ¡Absurdo! Peor aún, perdí funciones que ya había comprado.
¿Eso es ayudar? ¿Eso es dar?
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9. Conclusión: cuando dar sin preguntar es imponer
Hoy, 18 de julio de 2025, sigo usando esa Mac. A diario me recuerdo que la ayuda fue una imposición. Que alguien más decidió por mí. Que se omitió una pregunta tan sencilla: ¿Qué equipo te gustaría tener, Lector?
A todo cambio hay que adaptarse. Pero también hay que reconocer cuando un acto de ayuda, en el fondo, nos deja con más problemas que soluciones.
Yo no quería una Mac. Quería una computadora con Windows. Quería recibir por primera vez, en este edificio donde reparto decenas de paquetes diarios, uno con mi nombre. Abrir una caja nueva. Sentirme parte de una experiencia que tantas veces vi desde fuera.
Pero no. Eso no fue lo que recibí. Y por eso, esta ayuda, que agradezco en teoría, me pesa en la práctica.
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